Desde las pozas de agua mineral en lo alto de una montaña hasta lagunas cristalinas que juegan con todos los tonos de azul, nuestro país esconde santuarios de bienestar que van más allá de un simple escape: son experiencias transformadoras.
Entre la bruma de las Altas Montañas de Veracruz, donde el tiempo parece diluirse en el aire frío, existe un manantial donde el agua nace caliente de la tierra. Son las aguas termales de Atotonilco, un rincón secreto en la comunidad del mismo nombre, dentro del municipio de Calcahualco.
Atotonilco es un refugio escondido entre cerros y bosques, un rincón donde el cuerpo se entrega al calor mineral y la mente se libera en la inmensidad verde que lo rodea. Aquí, el agua baja desde las entrañas del Pico de Orizaba, formando pozas naturales que han sido esculpidas por el tiempo y la paciencia de los pobladores.
Los balnearios naturales de Atotonilco se forman de manera espontánea en las riberas del río Jamapa, donde los pobladores han aprovechado las corrientes termales para crear pozas y jacuzzis naturales. Sumergirse en estas aguas es un ritual de descanso: la temperatura cálida relaja el cuerpo, los minerales revitalizan la piel y el entorno silvestre disuelve cualquier atadura con la rutina. Para llegar, el camino atraviesa bosques envueltos en neblina, donde cada curva es un nuevo paisaje, cada respiro, una invitación a dejar atrás el ruido del mundo. Al final del trayecto, el agua cálida espera, lista para borrar el cansancio y recordarnos que, a veces, la naturaleza es el mejor santuario.
Carretera Fortín-Huatusco-Coscomatepec- Calcahualco, Veracruz.