Por Enrique Navarro.
La mezcla de tiempo, calidad y trascendencia dan como resultado un clásico. Cuesta trabajo obtener ese rango, pero es la única manera. Bacardí Añejo ha reinventado el jaibol, un clásico de la barra, y ha conseguido que la combinación de hielo, limón, angostura, ginger ale, garnitura y ron tenga su propia personalidad y autoridad.
El origen del jaibol se remonta a mediados del siglo XVIII, cuando el químico Joseph Priestley inventa el agua gasificada. Servido inicialmente con brandy, luego whisky y posteriormente con cualquier destilado, el bautizo de este coctel se le adjudica al mixólogo Patrick Gavin Duffin, quien lo sirvió en Estados Unidos en 1920 usando vasos highball para su presentación. Con la llegada de esta tendencia a México, los mixólogos nacionales de la época adoptaron y adaptaron el término: nació así la palabra jaibol.
En un vaso highball se añaden hielos, 60 mililitros de Ron Bacardí Añejo, un golpe de amargo de angostura y 5 mililitros de jugo de limón. Se completa con ginger ale y se decora con una rodaja de limón. Por su balance de aromas y sabores, esta bebida es fácil de tomar, agradable para todo tipo de gustos e ideal para las reuniones con la familia y noches de amigos.
Jaibol Añejo no solo es un trago refrescante, fácil de beber y preparar. Es también una buena razón para convivir con nuestros seres queridos sabiendo que, en partes iguales, este coctel mezcla la historia de Bacardí Añejo con la reinvención de un clásico.
