Brinda con vino, por tu salud

Te invitamos a conocer la composición química del vino en interacción con el organismo humano.

Thomas Vinterberg, en la película Otra ronda, juega con la premisa de que beber un poco de alcohol al día saca la mejor versión de nosotros mismos. ¿Será cierto? La respuesta es sí, siempre y cuando se beba con moderación.

Las civilizaciones antiguas ya conocían los beneficios del vino para la salud; el mismo Hipócrates ya hacía referencia a las propiedades terapéuticas de esta bebida. Sin embargo, fue hasta fines del siglo xix cuando comenzaron a estudiarse científicamente. Hoy se sabe que el vino no sólo es un importante antioxidante y antiinflamatorio, también es un excelente cosmético y un precursor de endorfinas.

La clave para aprovechar los beneficios que el vino aporta a nuestro organismo está en una combinación de factores: la calidad, el momento, la cantidad y las condiciones de salud de cada persona.

El poderoso resveratrol

Este compuesto que se encuentra en la piel y semillas de la uva es un antioxidante natural que protege a las células contra los radicales libres. Ayuda a activar la circulación sanguínea, evitando la formación de coágulos y aumentando el nivel de hdl o colesterol bueno.

Alejandro Vázquez Alanís, médico gineco-obstetra y miembro de la Asociación Mexicana de Metabolismo Óseo y Mineral, señala que el resveratrol combate de manera natural la oxidación de las células, con beneficios que van desde una mejor apariencia de la piel, menos infecciones de vías urinarias, hasta una reducción en el riesgo de padecer distintos tipos de cáncer.

Excelente digestivo

El vino incrementa el flujo sanguíneo en el sistema digestivo, lo que convierte a esta bebida en el perfecto acompañante de cualquier comida. Los taninos del vino participan en la secreción de pepsina, una enzima estomacal que descompone las proteínas de los alimentos para asimilar correctamente sus nutrientes.

Un estudio publicado en el British Medical Journal, realizado por el equipo médico del Hospital Universitario de Zúrich, encontró que tomar vino durante la comida disminuye la sensación de inflamación, pesadez y acidez estomacal. Además, tiene un efecto antiespasmódico y antidiarreico.

Alimenta tu microbiota

El ecosistema microbiano que habita nuestro tracto digestivo es la mano derecha del sistema inmune: mantenerlo sano es primordial. Los polifenoles del vino tienen un efecto prebiótico que permite el desarrollo de bacterias que equilibran la microbiota.

Y si nos comemos el vino ¿tendremos más beneficios? La universidad de UC Davis se encuentra realizando un estudio para reutilizar el bagazo resultante de la fermentación de la uva, aislando las moléculas de azúcar (oligosacáridos) que sirven para alimentar las bacterias del intestino. Algunas empresas están aprovechando esta investigación para desarrollar chocolates y suplementos alimenticios.

Ejercicio para el cerebro

Wilton Romero, Head Sommelier de Descorchando Club de Vinos, Dr. Wein, Catamundi y Londres 207, explica que cada vino tiene un efecto diferente en cada persona, pues su organismo, química e historia lo interpretarán de manera distinta, encontrando sus propios aromas y sabores. Esto ha sido estudiado por el neurocientífico Gordon Shepherd en sus investigaciones sobre neuroenología, donde describe el trabajo realizado por el cerebro para identificar el sabor del vino como un ejercicio entre las papilas gustativas, el olfato y la memoria, ¡un esfuerzo equiparable a resolver una ecuación matemática!

Así que ya sabes: con moderación y buena compañía, una copa de vino trae muchos más beneficios que los que pasan por el paladar.

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