Este verano, despídete por unos días de la tecnología y el estrés y aventúrate a una playa tranquila, ideal para reconectar contigo mismo.
Este pueblo de pescadores es un pequeño paraíso en la península de Yucatán, un lugar para disfrutar el paisaje y descansar. Se encuentra a dos horas y media del aeropuerto de Cancún y a tres horas de Mérida. El pueblo se conforma de algunas casitas de madera en un entorno de aguas turquesas y arena blanca, un verdadero remanso para escapar de las ciudades y un destino ideal para descubrir la naturaleza peninsular.
En la localidad hay algunos comercios pequeños para comprar lo básico, así como varios establecimientos de café, pizzas, mariscos y comida yucateca. Para tener acceso a cajeros automáticos, bancos y otros servicios, deberás trasladarte a la ciudad más cercana, Tizimín, a una hora y media en carro. La mejor opción de hospedaje son las cabañas para viajeros, rústicas, acogedoras y limpias, que cuentan con camas y hamacas para descansar.
El Cuyo es hábitat de miles de flamencos que llegan año con año durante la temporada migratoria, en los meses de enero a septiembre, y es también recinto de cientos de aves y tortugas que desovan en sus playas, donde se puede caminar con tranquilidad a todas horas.
Las actividades favoritas para practicar en sus aguas cristalinas son el esnórquel, el kayak, el kitesurf y el paddle board. Antes de que caiga la tarde, cuando ya bajó el calor, te recomendamos explorar el pueblo y conocer sus coloridos murales a bordo de una bicicleta o de un carrito de golf. Puedes rentarlos por hora o por día; el muelle y el faro son los dos puntos de referencia. No dejes de probar la comida yucateca que ofrecen los restaurantes locales, y sorpréndete con la extensa oferta gastronómica que incluye buenos cafés, postres y pizzas a la leña.
Asegúrate de llevar todo lo necesario antes de embarcarte a este lugar remoto, despídete del internet y la señal de teléfono por unos días, descansa, conéctate con el entorno y con tus compañeros de viaje.