El tequila y el mezcal han dominado por décadas las mesas y copas como símbolos de identidad, pero detrás de ellos hay un abanico de destilados que cuentan historias propias y nos hablan de diversidad y arraigo.
Bacanora: el destilado de Sonora
Nacida entre las montañas de la sierra sonorense, la bacanora tiene una historia de resistencia. Producida a partir del agave angustifolia (“de hojas estrechas”), esta bebida artesanal estuvo prohibida por casi medio siglo hasta 1992. Su método tradicional incluye la cocción de piñas de agave en hornos subterráneos, seguido de un proceso de fermentación y destilación en alambiques de cobre. El resultado es un destilado claro con notas ahumadas y herbales, en sintonía con las condiciones áridas de su tierra natal.
Comiteco: el legado de Chiapas
El comiteco, originario de Comitán de Domínguez, Chiapas, ofrece un enfoque diferente al destilado de agave. Su proceso comienza con la extracción de aguamiel del maguey comiteco, nativo de la región. Este se fermenta y destila para crear una bebida suave, con toques dulces que recuerdan al pulque. Aunque perdió popularidad a mediados del siglo XX, el comiteco ha resurgido con variantes como añejos dulces de zarzamora y durazno que resaltan la versatilidad de este destilado sureño.