Del universo de magueyes que crecen por México, en promedio se emplean 56 para producir destilados en 26 estados de la República, esto quiere decir que un tercio se usan para este fin. El paisaje agavero de Tequila, Jalisco, fue reconocido como Patrimonio Mundial por la UNESCO hace 15 años. Sin embargo, a lo largo del país se producen otras bebidas a partir de diferentes variedades de agave, piezas indispensables del mosaico cultural de México.
Según la investigación arqueológica de Patricia Colunga y Fernando G. Zozaya, en su trabajo Los destilados de Occidente, la relación entre el agave y el territorio nacional tiene más de 11,000 años. La solidez de la tierra, las condiciones climáticas y la adaptabilidad de las diferentes especies de la planta ha dado una gran variedad de productos que atraviesan el universo de la gastronomía y la industria textil, entre muchos otros.
Del maguey se aprovecha todo. Las hojas o pencas sirven para hacer sogas, hilos, costales y telas con las que se confeccionaron piezas para vestir y también zapatos a pesar de que, a mediados del siglo XX, otro tipo de materiales acapararon la industria.
Aunque las siguientes bebidas no son propiamente destilados, también son un gran regalo del maguey:
Aguamiel y pulque: Estas dos bebidas se consumen en el centro del país desde tiempos prehispánicos y hasta nuestros días. La primera es el jugo extraído del corazón de la planta, y el segundo es este jugo fermentado.
Charanda: Se produce con la caña de azúcar que crece en Michoacán y sí tiene Denominación de Origen.
Sotol: Para su producción no se usa un agave sino la planta Dasylirion, bautizada como sereque por los rarámuris, como materia prima. Su DO establece a Chihuahua, Durango y Coahuila como los principales estados productores.