Las cinco casas de Sylvestre se han convertido en sitios para celebrar. Quienes van por negocios, cierran tratos importantes; quienes buscan confort y calidez, abren ciclos entrañables. Ambos estados de ánimo se tejen en torno a sus mesas, a donde llegan increíbles delicias para compartir al centro. Una de las claves de la experiencia en Sylvestre es dejarse llevar por las recomendaciones del personal de sala, que se toma muy en serio su rol y saben leer al comensal, guiarlo, darle sugerencias, entusiasmarlo y acompañarlo. Pero todo esto sería humo sin la experiencia del buen comer.
El sello culinario de Sylvestre son los cortes de carne —variados, muy buenos, muy bien cocinados—. Hay res, jabalí, cabrito, wagyú, pollo, cordero, pescados… y cada uno recibe un trato especial para sacar lo mejor y lo más característico: hornearlo durante lentas y largas horas, grillarlo después de marinarlo con hierbas seleccionadas, brasearlo pacientemente en maderas aromáticas o sellarlo con impecable precisión.
Uno sabe que está tratando con expertos cuando cada pieza llega a la mesa en su punto y es fileteada frente a tus ojos. Por supuesto, estas delicias no llegan solas. Vienen precedidas por un popurrí de carpaccios y entradas mexicanas, en su mayoría, como antojitos de referencia yucateca, pero también argentinas, como las provoletas, las mollejas y las empanadas. Los acompañamientos de los principales suelen ser ensaladas sencillas que armonizan sin dominar, porque la proteína manda. Están las salsas siempre interesantes, martajadas o tatemadas cuando es necesario. Los postres son un capítulo para compartir y sorprender. Y la sinfonía estaría incompleta sin la selección de vinos, perfeccionada a lo largo de siete años de servicio en sala y de acuerdo al gusto exigente de sus comensales.
La experiencia culinaria en Sylvestre atrapa a todos los sentidos. Cuando las carnes llegan a la mesa, traen en su corteza los sonidos de la cocción al grill. El espectáculo para la vista no sólo está en el interiorismo, sino también en los platillos que se terminan de preparar en la mesa, como el affogato de tiramisú, el abulón rasurado, la ensalada César o el jugo de carne. La música del lugar, una mezcla de pop, jazz, chill y funk muy suave, acompaña las largas horas de sobremesa. Con menú pensado para compartir, un servicio esmerado y una cava de antología —que tiene la cualidad de ofrecer vinos premium por copa—, Sylvestre es una experiencia orquestada para que uno quiera volver.