En colaboración con Diana Solano
El verdadero tequila tiene un solo origen: el agave Tequilana Weber, variedad azul, que debe crecer durante al menos siete años para producir un tequila 100 % puro. Y la mejor manera de conocer este legado es ir directo a Tequila, el corazón de nuestro destilado favorito.
México es un país enorme, diverso y creativo y, sin embargo, un buen trago de tequila sencillo, rico y bien hecho puede representarlo a la perfección. Su producción artesanal nos llena de orgullo, lo mismo que las reglas que lo definen: todo mexicano sabe que el tequila se produce exclusivamente con agave azul y que la Denominación de Origen delimita su producción y garantiza su autenticidad.
Y esto nos gusta. Nos gusta tanto que, aunque probemos otras bebidas y nos asomemos a otras tradiciones, siempre volvemos al tequila.
Postales tequileras, un viaje al Pueblo Mágico
Ahora que los viajes en carretera serán la opción más sencilla y segura de recorrer el país, es buen momento para planear un viaje panorámico rumbo a Tequila para conocer y probar nuestro destilado más emblemático. Aunque esta ruta abarca poco más de 60 kilómetros y tiene un itinerario sencillo, lo cierto es que hay que ir con calma para disfrutar todo lo que la zona tiene que ofrecer.
El punto de partida es Guadalajara, la vibrante capital que siempre da gusto visitar, con su deliciosa oferta culinaria que abarca todo lo que cabe entre una torta ahogada —en birote, como manda la tradición— y una cena inolvidable en un restaurante tan especial como el Alcalde, del renombrado chef Paco Ruano. La segunda parada es Amatitán, la cuna extraoficial del tequila, sede de destilerías de todos los tamaños, desde lo artesanal y a pequeña escala hasta marcas célebres y de gran infraestructura. El destino final es, claro, el Pueblo Mágico que da su nombre al trago.
La primera oportunidad que ofrece el viaje es atravesar los fantásticos sembradíos en que el agave azul, rodeado de silencio, crece con paciencia. A ambos lados del camino, destilerías, casas productoras, vastos cultivos y muchas de las postales más hermosas (e icónicas) del país. No es exageración: desde 2006, el paisaje agavero, junto con las antiguas instalaciones de producción de tequila, forman parte del Patrimonio de la Humanidad según la UNESCO. Y no es lo único que goza de ese reconocimiento en estas tierras: el mariachi está inscrito en la lista de Patrimonio Inmaterial desde 2011. Hay que aprovechar la visita a Tequila, entonces, para absorber la fuerza del legado nacional que se acumula en esta planicie, lo que incluye —además de la visita a fábricas, haciendas y destilerías— el paseo obligado por el quiosco, los portales y el templo de la Purísima, para rematar con un recorrido por el Museo Nacional del Tequila, que narra la historia del destilado y de la región que mantiene la tradición más viva que nunca.