Cualquier bodega de la Ribera del Duero tiene el sello de garantía de la denominación de origen. Sin embargo, hay algunas cuyos vinos son tan extraordinarios que superan los parámetros de su región. Díaz Bayo es una de ellas. Pocas lluvias, veranos secos y calientes, inviernos fríos y largos. Estas condiciones están en el origen de aquel famoso dicho que se usa en la Ribera del Duero: “Nueve meses de invierno, tres meses de infierno”. Estos contrastes, sumados a los suelos con capas arenosas de arcillas y caliza, y una altitud tan particular —esta es una de las regiones con viñedos con mayor altitud— han creado las condiciones ideales para que las uvas, trabajadas por manos expertas, se conviertan en los excelentes vinos que caracterizan a la Denominación de Origen Ribera del Duero.
Una bodega muy especial
En los márgenes del río Duero, repartidas entre Castilla y León (Burgos, Soria, Segovia y Valladolid), se han afincado más de 300 bodegas que producen en conjunto más de 2,000 etiquetas de vino. Entre las decenas de familias que se dedican a su cultivo y elaboración está la familia Díaz Bayo.
Por más de cuatro generaciones, Díaz Bayo ha producido vino en Fuentelcésped, Burgos, la mejor zona de la denominación de origen Ribera del Duero. Cada año, producen aproximadamente 100,000 botellas; el 95% de ellas se elaboran con su uva emblemática, la Tempranillo, conocida también como “Tinta del país”. Sin embargo, en su producción también incluyen 2% de Cabernet Sauvignon, 1% de Merlot y 1% de Albillo.
Lo que distingue a Díaz Bayo es su apuesta por los procesos ecológicos, pues mantienen sus viñedos a través de cuidados naturales y sin tratamientos ni fertilizantes sintéticos. ¿El resultado? Vinos más expresivos, más aromáticos y que son el reflejo del terroir, la tierra en la que crecen sus uvas.