Ensenada hedonista

El preámbulo

Estar ahí no sólo requiere un ajuste en el reloj para ubicarse en otro horario, también hace falta un ajuste mental para dejarse llevar por el estilo de vida fronterizo. Todo comienza al manejar por la carretera escénica que nos lleva desde Tijuana por paisajes de un vasto océano donde conviven los surfistas, distintos barcos pesqueros, cultivos de mejillones y ostiones a mar abierto y los más sorprendentes atardeceres que cualquier cuenta de Instagram agradece. El canon dicta que hay que parar a medio camino y detenerse en Rosarito, esa pequeña ciudad que viera hundirse el Titanic de James Cameron en los noventa y donde hoy los autobuses de turistas se detienen a comer tacos de tortillas de harina, langosta, frijoles y arroz. Lo ideal es seguir de largo para llegar hasta Ensenada, aunque si el hambre lo exige, hay que hacer una parada técnica en la localidad El Sauzal en un puesto pequeñito llamado Los Tres García. Aquí sólo sirven tacos de birria de res, estilo Baja California, pero no se necesita nada más.

A comer mariscos y a bajar el calor

Después de las paradas técnicas hay que enfilar directamente a la ciudad para comenzar el tour gastronómico en forma; éste empieza con una costumbre única de la ciudad: las carretas de mariscos. Hay quienes se inclinan por los ceviches de El Güero y aquellos que prefieren las tostadas de La Guerrerense pero, la verdad, para qué elegir si podemos probar lo mejor de los dos. Para mitigar un poquito el calor, están los helados Ramonetti, propiedad de una de las familias más queridas de Baja California, quienes en su cava en el Valle de Ojos Negros hacen los mejores lácteos de la zona, que son el ingrediente principal de sus helados.

¡Salud!

La costumbre local indica que más tarde hay que visitar dos tasting rooms; el primero es el de la Cervecería Wendlandt, una de las cervecerías artesanales más importantes del país, ganadora habitual de varios concursos. Ahí no sólo ofrecen cervezas de línea como la clásica Vaquita Marina, sino también algunas mezclas experimentales. El segundo es un gran exponente de la cerveza artesanal que ha hecho famosa a la ciudad: se trata de Aguamala, que lleva 15 años perfeccionando sus recetas y experimentando con otras tantas.

Al caer la noche en Ensenada sólo hay que estar en dos lugares. La cena es en Manzanilla, con sus obligados gin tonics cobijados por el pulpo que adorna la barra, y luego seguir con los tragos en Hussong’s, la enigmática cantina donde se bebe cerveza light, se comen cacahuates y se escucha al Grupo Comisario tocar Another Brick in the Wall al ritmo de banda norteña.

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