Lleva tanto entre nosotros que hasta sentimos que es nuestro. Está en comidas, en cenas, en festejos, en alegrías y en tristezas; se trata, por supuesto, del mismísimo Bacardí. Sin embargo, esta familia de bebidas no nació en México, sino en Cuba, a donde Facundo Bacardí Massó arribó en 1829 con apenas 15 años, proveniente de Sitges, Barcelona.
Fue en Santiago de Cuba donde don Facundo encontró un lugar propicio para elaborar el mejor ron del mundo. En 1862, y junto a su hermano José, don Facundo compró una destilería y comenzó la producción. En las vigas de aquel recinto, los hermanos Bacardí encontraron una colonia de murciélagos de la fruta, que a sugerencia de la esposa de don Facundo, doña Amalia, se convirtió en la insignia de la marca. Desde ese momento, el nombre de Bacardí se fue convirtiendo lentamente en sinónimo de una bebida de calidad. Los siguientes años fueron de un turbulento crecimiento, con Emilio Bacardí, el hijo mayor de don Facundo, tomando las riendas de la compañía tras la muerte de su padre.
Para la década de los treinta, Bacardí era ya una marca reconocida a nivel internacional en busca de nuevos territorios para conquistar. El 8 de mayo de 1931 se establece en la Ciudad de México la nueva planta de Bacardí, en la calle de Cedro 380 entre Nonoalco y Clavel. Con esta planta de un lado y las oficinas de una importante compañía refresquera enfrente, la calle terminó siendo conocida como el “Paseo de la cuba libre”.